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Heurísticos: cuando pensamos sin pensar, usando los atajos de la mente

Heurísticos

Cuando pensamos sin pensar, usando los atajos de la mente

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Nuestra memoria inmediata es limitada, el tiempo es finito, nos azota la incertidumbre sobre las consecuencias derivadas de nuestros actos y vivimos y trabajamos con sobrecarga de información. Este escenario nos lleva a que se nos dificulte enormemente sacar conclusiones o tomar decisiones, por lo que nos vemos obligados a recurrir a atajos mentales a los que los psicólogos llaman, técnicamente, heurísticos.

Se les considera atajos porque son el camino más corto para llegar a una decisión, pero al igual que los atajos, es el camino más aventurado, ya que nos llevan a emitir juicios y realizar evaluaciones basándonos en datos incompletos y parciales. Esos atajos muchas veces son un camino que nos lleva a un destino muy alejado de la solución idónea. El inconveniente es que en general no nos damos cuenta cuándo estamos “pensando sin razonar” y eso sucede con mucha más frecuencia de lo que creemos

Un heurístico es, en realidad, una estrategia simple para resolver problemas. En nuestro día a día nos los encontramos en razonamientos como: “si es más caro es mejor”, “si está delgado está sano “, “si X es amigo de Y e Y es buena persona, entonces X es buena persona”.

Los heurísticos ayudan a no pensar, a “pensar sin pensar”, lo cual nos permite actuar más deprisa. Utilizándolos puede parecer que la vida se nos hace más fácil pero, con demasiada frecuencia, las conclusiones a las que llegamos mediante este modo de pensar, son falsas, ilógicas o absurdas.

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Los heurísticos se dividen en tres grandes bloques: el heurístico representativo, el de disponibilidad  y el de actitud

Utilizamos el heurístico representativo para juzgar a las personas o formarnos impresiones de ellas (por ejemplo, los estereotipos sobre raza o género, las tareas adecuadas para cada sexo, formarnos un juicio sobre alguien nada más conocerle) o emitir juicio sobre cosas (un ejemplo cotidiano es pensar que los productos de gran calidad son caros, por lo que si algo es caro tiene que ser de gran calidad). En lo que se refiere a su vertiente personalista, en el heurístico representativo se basan ciertos prejuicios sociales que a veces son empleados para justificar conductas o leyes inapropiadas, mientras que, a lo que productos se refiere, los fabricantes o publicistas se apoyan en su existencia para vendernos productos que no consumiríamos si nos parásemos a analizarlos en detalle.

Así, la mayoría de la gente tiende a pensar (sin pensar) que una persona atractiva tiene mejores cualidades, o que aquéllos de mayor estatus social son más dignos de confianza. A la hora de la elección de un candidato, aquél más alto suele ser el elegido, y casi nunca lo es un candidato calvo, ya que se les tiene por más débiles psicológicamente. En cambio, si ese mismo calvo se rapara la cabeza, todo cambiaría: sería percibido como más masculino y dominante.

El heurístico de disponibilidad se basa en emitir un juicio en función del último caso particular recordado. Solemos utilizarlo cuando, por ejemplo, hacemos evaluaciones de personal o cuando contestamos encuestas de satisfacción. Es un mecanismo que la mente utiliza para determinar qué probabilidad hay de que un suceso ocurra o no. Cuanto más viva es la información que guardamos sobre un suceso parecerá más frecuente y probable.

Lo utilizaría una persona que argumenta que no es tan peligroso conducir una motocicleta sin casco basándose en que antiguamente se conducía así y no pasaba nada, argumento que pasa por alto, desde el punto de vista estadístico, la realidad de los accidentes de tráfico. Básicamente consiste en sobreestimar la importancia de la información disponible (y, por tanto, extraer conclusiones erróneas).

A menudo llegamos a una conclusión u otra según sea el recuerdo que permanezca más fresco en nuestra mente en relación con el tema en cuestión. Por ejemplo, si alguien nos pregunta si una persona que conocemos es simpática y en nuestra mente aparece en primer lugar un recuerdo de un suceso en que se comportó de un modo un tanto enfadado, puede que digamos que no es simpática; en cambio, si el recuerdo más fresco que guardamos es de una ocasión en que se mostró agradable, concluiremos que es simpática. Lamentablemente, a menudo lo primero que viene a la mente no es necesariamente un buen ejemplo de cómo se comporta habitualmente esa persona.

Dentro de esta línea nos encontramos con el Sesgo de impacto, que corresponde a la tendencia a sobreestimar nuestra reacción emocional a los acontecimientos futuros, sobrevalorando su duración e intensidad. La realidad es bien distinta: la mayoría de las veces no nos sentimos tan mal como esperábamos cuando las cosas van mal.

Por lo general tendemos a sobrevalorar el impacto emocional de los acontecimientos futuros, lo cual es bueno para los eventos negativos, pero no lo es tanto para los positivos que hemos de vivir.

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Como sesgo de confirmación se conoce al impulso que nos hace centrarnos y por tanto darle más valor a toda información que confirme nuestras propias creencias o hipótesis. Tendemos a utilizar este heurístico porque le damos más valor al coste de equivocarnos que al coste de analizar la situación de un modo neutral y científico. Por el contrario, el Sesgo de disconformidad es la tendencia a realizar una crítica negativa a la información que contradice nuestras ideas. La combinación de ambos desemboca en una percepción selectiva por la cual las personas perciben lo que quieren en los mensajes de los demás o de los medios de comunicación. Todos, por lo general, tendemos a ver e interpretar los acontecimientos en función de nuestro marco de referencia ideológico.

El heurístico de anclaje o efecto enfoque se refiere a nuestra tendencia a confiar demasiado en la primera pieza de información que se ofrece al tomar decisiones: el “ancla”. Utilizamos un dato inicial para hacer juicios posteriores. Por ejemplo si le lanzamos a un grupo de jóvenes estas preguntas en este orden:

“¿cómo de feliz te sientes con tu vida?” y “¿cuántas citas has tenido este año?”, no se establece ninguna correlación entre ambas, es decir, según sus respuestas tener más citas no influiría en su nivel de bienestar. Sin embargo, si se modifica el orden de las preguntas el resultado es que aquellos jóvenes con más citas se declaran ahora más felices. Haberles hecho centrar su atención en las citas hace que exageren su importancia.

Cuando evaluamos recuerdos de cara a tomar decisiones sobre nuestro futuro, a menudo tendemos a recordar acontecimientos insólitos o poco habituales más que acontecimientos diarios, cotidianos. Este comportamiento se conoce como sesgo de memoria, y afecta, en consecuencia, a nuestra capacidad de predicción de lo que puede pasar impidiendo que tomemos decisiones de una forma eficiente.

Un ambiente caótico, deteriorado y sucio provoca que tendamos a ser más incívicos, más caóticos, y también a cometer más acciones vandálicas o incluso delictivas. El responsable de ello es el efecto de percepción ambiental, base de la “teoría de las ventanas rotas” estudiado por el Doctor en Psicología de la Universidad de Stanford, Philip Zimbardo

El Prejuicio de retrospectiva o recapitulación corresponde a nuestra tendencia a ver los hechos pasados como fenómenos predichos o predecibles, lo cual puede llevar a culparnos por no haber caído en la cuenta de algo que ahora nos parece tan evidente. Este prejuicio es en realidad producido por un error en nuestra memoria. También corresponde a la tendencia de valorar eventos pasados de manera más positiva a como sucedieron en realidad.

La tendencia a subestimar el tiempo para concluir una tarea recibe el nombre de Falacia de la planificación. Generalmente se debe a que, para abreviar, tendemos a estimarlo “a ojo” y sobre la base de ningún dato concreto.

Nos vemos sometidos a la Ilusión de control cuando tendemos a creer que podemos controlar ciertos acontecimientos o influir en ellos, cuando racionalmente sabemos que es imposible controlarlos. Para reforzar esa idea creamos rituales y supersticiones que nos aportan seguridad.

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Quién no conoce la Ilusión de frecuencia? Ocurre cuando un fenómeno capta nuestra atención y, a partir de entonces, pensamos que aparece o sucede “en todas partes”, aunque estadísticamente sea improbable. En realidad se debe a que con anterioridad no reparábamos en ello, pero por alguna razón ahora le prestamos atención y por tanto creemos, erróneamente, que el fenómeno se produce con más frecuencia. Por ejemplo, si ansiamos tener un bebe o hemos sufrido un aborto vemos embarazadas o bebes por todos los lados.

Por ultimo, el efecto Status-quo o Punto de referencia ocurre cuando el valor de un mismo premio no es el mismo para dos personas distintas. Si en una apuesta gano 10 euros, lo valoro menos si ya tengo 100 euros en el bolsillo que si solo tengo 5 euros. Depende del punto de referencia, pero esta puede ser no sólo mi riqueza inicial sino la de mi círculo de personas cercano: Si alguien desconocido para mí gana doscientos mil euros en la lotería yo no me veo afectado; pero si los gana mi compañero de trabajo, instantáneamente me considero  más pobre.

Por ultimo, el heurístico de actitud hace referencia a la evaluación que hemos hecho de una persona, objeto, marca, empresa, etc.. como bueno o malo, y dicha evaluación la utilizamos a la hora de tomar decisiones. Lo cierto es que tomamos infinidad de decisiones y resolvemos multitud de problemas utilizándolo: cuando adquirimos una determinada marca de coche o decidimos que no compraríamos tal marca de zapatillas. Cuando nos decantamos por contratar a una persona y no a otra, etc. A las marcas, igual que a las personas, las categorizamos. Hay que tener en cuenta que el uso del heurístico de actitud puede influir muchísimo en nuestra lógica y en nuestro razonamiento.

Uno de los subtipos del heurístico de actitud es el efecto del falso consenso. La mayoría de nosotros tendemos a considerar que nuestros propios hábitos, valores y creencias están más extendidas entre otras personas de lo que realmente están y por tanto sobreestimamos el número de personas que estarán de acuerdo con nosotros en un determinado tema. Cuando creemos que algo es cierto, tendemos a pensar que la mayoría de la gente piensa lo mismo.

La falacia de la confianza ocurre cuando confundimos la confianza que desprende un orador con su credibilidad. Así, percibimos a una persona como más creíble cuanta más confianza muestra en sus argumentaciones.

Nos vemos atrapados por el Efecto Bandwagon o efecto de arrastre en nuestra tendencia a hacer o creer algo por el simple hecho de que otros hacen o creen esas cosas. Está directamente relacionado con el pensamiento de grupo y la probabilidad de que adoptemos una creencia concreta aumenta en función del número de personas que la tienen ya. Relacionado con ello nos encontramos frente al Sesgo de proyección, que es una tendencia inconsciente a asumir que los demás comparten pensamientos, creencias, valores o posturas parecidas a las nuestras.

Según el fenómeno psicológico conocido como Efecto DunningKruger o de la ilusión de superioridad, aquéllos con menos conocimientos sobreestiman sus cualidades mientras que aquellos más preparados se consideran menos competentes de lo que son. Según enuncian los Doctores J. Kruger y D. Dunning, descubridores de este efecto: “los incompetentes sufren un doble agravio, ya que no sólo llegan a conclusiones erróneas y toman decisiones desafortunadas, sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello”.

Cuando nos referimos a nosotros mismos atribuimos nuestros éxitos a cualidades personales (fuerza, inteligencia, carácter, bondad) mientras que nuestros fracasos se deben a circunstancias externas (ser objeto de envidia, mala suerte, situación de desventaja). Esto se conoce como  Error fundamental de atribución. Curiosamente, cuando nos referimos a otros, atribuimos sus aciertos a circunstancias externas (tuvo suerte, tuvo ventaja, le ayudaron) y sus errores o fallos a debilidades (tiene demasiado carácter, no es suficientemente inteligente, no es tan fuerte).

Nuestra predisposición a describirnos de manera halagadora, comunicar bondades de nosotros mismos y pensar que estamos por encima de la media en inteligencia, fuerza, destreza o cualquier otra cualidad ya sea física, intelectual o de cualquier tipo es lo que en psicología se conoce como efecto del lago Wobegon o efecto “mejor que la media”

El Efecto Keinshorm  corresponde a nuestra predisposición a contradecir, por sistema, ideas u opiniones de otra persona con la cual no simpatizamos.

Cuando alguien se considera con cierto estatus tenderá a rechazar y a defenderse de cualquier comentario que le sugiera lo contrario, para lo cual incluso recurrirá al autoengaño. Esta actitud responde al efecto Defensa de estatus

El  Efecto Halo también es un subtipo del heurístico de actitud que aparece cuando nuestro cerebro emite juicios sobre el carácter o la competencia de los demás. Sucede cuando tomamos un atributo positivo o negativo de alguien y lo extrapolamos a todo lo demás acerca de esa persona o cosa. Por ejemplo, si tenemos una actitud negativa hacia un personaje famoso, tendemos a creer afirmaciones negativas sobre él como que es poco inteligente, despótico o fue poco popular durante su infancia. Pero no sólo se refiere a la personalidad de los individuos: En una encuesta a la que se sometió en Estados Unidos a un grupo de  estudiantes universitarios de ambos sexos, se constató que existía una tendencia a tener una opinión más positiva o negativa de una mujer según lo que comiera. Así, la mujer que comía comida sana era vista como más femenina, atractiva y agradable que la que comía comida basura.

Todos estos ejemplos nos hacen ver que tomar decisiones mediante heurísticos no requiere pensar mucho, sólo hay que elegir uno (sea o no sea correcto…) y aplicarlo. Lo curioso es que empleamos estos atajos cognitivos incluso cuando tenemos datos adicionales que permitirían una evaluación más fiable, simplemente no invertimos el tiempo para dedicar la atención necesaria a esos datos.

Afortunadamente no siempre usamos los heurísticos cuando tomamos decisiones o emitimos juicios. El Profesor en Psicología Anthony R. Pratkanis, de la Universidad de California, identificó las situaciones en las que tendemos a utilizarlos con más frecuencia: cuando estamos faltos de tiempo, cuando estamos saturados de información, cuando los problemas que evaluamos no nos parecen importantes, cuando no contamos con suficiente información o cuando consideramos que no tenemos conocimientos consistentes ni suficientes sobre algo.

La realidad es que cuando queremos comprar, por ejemplo, cereales y nos encontramos ante una estantería con 20 tipos de cereales diferentes, si hemos visto un anuncio de una marca de cereales varias veces en la televisión ésta vendrá a nuestra mente enseguida y “pensaremos sin pensar” (heurísticamente): “es una marca conocida y si es conocida es porque es buena”. Por eso, si no queremos tardar una eternidad en tomar una decisión o en hacer algo intranscendente no tenemos más remedio que tomar estos atajos mentales.

La diferencia radica en que ahora, una vez que sabemos que están y que ocurren en nuestro cerebro, tendremos la capacidad de darnos cuenta de que los estamos usando y por tanto decidir, conscientemente, si asumimos el riesgo de tomar una decisión equivocada por utilizarlos.

Paloma Hornos

www.gestionemocional.com

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