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Aprendamos a hablar el idioma de las emociones

Aprendamos a hablar el idioma

de las emociones

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                                            Es imprescindible aprender a hablar con nuestros hijos el idioma de las emociones, ya que es el que ellos mejor entienden.

Enseñémosles a comunicarse de corazón a corazón.

 

RHWTHNBLos progenitores somos quienes más directamente influimos en la vida de nuestros hijos; somos en quienes ellos se miran para convertirse en adultos y, nos guste o no, copian nuestras actitudes, opiniones, expresiones y forma de afrontar la vida. Ser quienes más influyen en nuestros hijos supone que todo lo que comunicamos va directo a su corazón.

Emplear con nuestros hijos la ironía, prohibir, castigarles, mostrar una actitud sobre-protectora e invalidante,  gritar o insultar son actitudes que mantenemos con ellos, sin pararnos a pensar que son precisamente las mismas actitudes que nos duele a nosotros recibir como adultos. Utilizamos todas esas “herramientas” con la mejor de las intenciones, que no es otra que la de educar a nuestros hijos, aunque además de educar estemos generando en ellos una serie de creencias que les limitarán: “…no hago nada bien, necesito a mi padre para hacer las cosas, no soy capaz, no merezco atención….”

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Infinidad de comportamientos y actitudes de nuestros hijos tienen explicación cuando nos damos cuenta de la forma en la que nosotros, los adultos, nos comunicamos en el hogar. Tendemos a utilizar una comunicación poco asertiva, apenas empática y escasamente comprensiva con las necesidades emocionales de los otros miembros de la familia, de la pareja, de nuestras amistades…. Incluso de nosotros mismos!  Nos convertimos en nuestros críticos más feroces y en nuestros superiores más exigentes, tratándonos con poca caridad y benevolencia; si lo hacemos así con nosotros mismos… ¿Cómo podemos hacerlo de otro modo con los demás?

 

Las emociones son un bien, un preciado capital

…y como tal puede ser images (5)malgastado,  puede escasear,  produce intereses y podemos invertir en él y con él. Si cada día corregimos 15 veces en negativo a nuestros hijos, les decimos NO otras quince, olvidando decirles lo orgullosos que estamos de ellos o estimularlos de forma positiva, se quedaran sin saldo positivo en el banco de las emociones, y sin saldo… ¿cómo van a llegar a “fin de mes”? Sin duda llegarán la edad adulta, pero lo harán a duras penas, con carencias y sacrificios, irán tirando, sintiéndose insatisfechos.

Como adultos deseamos tener una economía saneada que nos permita iniciar proyectos y cumplir sueños. A nuestros hijos les pasa lo mismo, solo que en su cuenta no hay dinero, sino emociones que les ayudan a, poco a poco, desarrollar su autoimagen, valoración, empatía, seguridad en sí mismos, autoestima, coraje. Todos los ingresos o salidas “de capital” dependen exclusivamente de nosotros, sus padres.

Como adultos encargados de velar por su bienestar a todos los niveles, nuestra misión es ayudarles a que tengan su cuenta corriente emocional rebosante y saneada. Cuando salgan al mundo, ellos serán los encargados de mantener un saldo adecuado, pero mientras estén a nuestro cargo no olvidemos hacer cada día un ingreso de al menos 4 frases positivas, como alguna de estas que os sugiero.

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Cultivemos su autoestima y su identidad:

  • Me gusta cómo eres.
  • Eres especial
  • Te quiero, te quiero, te quiero.
  • Me gustas cuando sonríes.
  • Me encanta estar contigo.
  • Me gusta ver la personita en la que te estás convirtiendo.
  • No necesitas compararte con nadie, no hay nadie como tú.
  • No podemos ser buenos en todo, cada uno tiene talentos distintos.

 

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Enseñémosles a sentirse validos y competentes:

  • ¡Eres fantástico! Mira lo que has conseguido
  • Veo que disfrutas mucho haciendo eso.
  • Te está saliendo genial: Sigue así.
  • Es cierto que puedes mejorarlo. Sigue practicando y seguro que lo conseguirás.
  • No me ha gustado lo que has hecho. Estoy seguro de que lo puedes hacer mejor

 

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Fomentemos la comunicación, ayudándoles a tener seguridad en que sus opiniones merecen ser escuchadas:

  • No opino lo mismo que tú pero agradezco tu punto de vista
  • ¿Tú qué opinas? Me interesa saber tu opinión.
  • Esa idea es fantástica
  • Yo no lo veo de la misma manera. ¿por qué piensas así?
  • Esa es una buenísima observación. Gracias.
  • Vaya… esa es una pregunta muy interesante.

 

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Estimulemos actitudes responsables:

  • Sé que puedo confiar en ti.
  • Me has demostrado ser responsable.
  • Equivocarse es bueno, yo también lo hago. Nos enseña a mejorar.
  • Esto no te lo permito, pero nunca dudes lo mucho que te quiero.
  • Seguro que puedes tomar una decisión: Confía en ti mismo

 

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Fomentemos su espíritu emprendedor:

  • Yo estoy seguro de que puedes. ¡Atrévete!
  • Ahora que has visto en que te has equivocado, inténtalo de nuevo. Seguro que ahora te resulta  más fácil.
  • ¡Mira lo lejos que has llegado!
  • Seguro que encuentras una solución mejor.
  • Inténtalo, no importa si lo consigues o no. Yo también me equivoco.

 

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Apoyemos sus iniciativas y fomentemos la colaboración:

  • Gracias por tu ayuda.
  • Lo que has hecho ha sido muy importante para mí.
  • Yo lo habría hecho de otra forma, pero así está perfecto.
  • Tómate tu tiempo para hacerlo.
  • ¿me ayudas? Seguro que entre los dos es más fácil.
  • Sé que te ha costado mucho esfuerzo por eso te lo agradezco más.
 
 

Brene Brown, socióloga y catedrática de la Facultad de Trabajo Social de laimages Universidad de Houston,  lleva durante los últimos 12 años realizando un interesante estudio de campo, estudiando figuras como la Vulnerabilidad, el Coraje y la Culpa. En su obra “Frágil”, plantea la figura de la Vulnerabilidad como “aquello que llevamos toda la vida intentado localizar en los demás, pero haciendo lo imposible por ocultar en nosotros.”. Ser vulnerable no significa ser débil, sino que es muestra de una gran fortaleza; significa ignorar el “qué dirán”, dar la cara, mostrarse como uno es en realidad. Según la Dra. Brown,  nuestra forma de ser y la forma en la que nos relacionamos con el mundo son los indicadores más fiables de cómo serán nuestros hijos. Nos encontramos inmersos en la cultura del “nunca es suficiente”, y en ese contexto tenemos la misión de enseñar a nuestros hijos a atreverse, a arriesgarse.

Constantemente nos preguntamos ¿lo estaré haciendo bien?, cuando lo verdaderamente útil para nosotros sería dar a nuestros pensamientos un toque de humildad y preguntarnos: ¿soy el adulto que quiero que sea mi hijo el día de mañana?

Paloma Hornos

Terapeuta de gestión emocional

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