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La Emancipación de los padres: Los hijos se marchan pero la vida sigue

La Emancipación de los padres: Los hijos se marchan pero la vida sigue.

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Tus hijos no son tus hijos son hijos e hijas de la vida, deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen.

Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos.

Puedes abrigar sus cuerpos, pero no sus almas, porque ellas viven en la casa del mañana, que no puedes visitar ni siquiera en sueños.

 Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti porque la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer. 

Tú eres el arco del cual, tus hijos como flechas vivas son lanzados. 

Deja que la inclinación en tu mano de arquero sea para la felicidad.

Kahlil Gibran

 

Por ley de vida, los padres son los encargados de ayudar a sus hijos a que estos sean capaces de ir asumiendo las responsabilidades propias de cada etapa de su desarrollo, a desarrollar su autonomía y a prepararles para vivir en un futuro de forma independiente.

Los hijos son, a la vez, fuente de satisfacción y de preocupación, unas veces uniendo a la pareja, y otras separándola. Cuando llega un hijo al hogar los padres se centran en su cuidado, habitualmente a costa de limitar su propia autonomía como personas y su espacio como pareja. Cuando a los hijos les llega la hora de independizarse, dejan tras de sí una gran ausencia en el hogar familiar, generando en algunos  padres lo que se conoce popularmente como ‘Síndrome del Nido Vacío’.

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El Síndrome del Nido Vacío se refiere al conjunto de emociones de carácter negativo (vacío, tristeza, soledad, melancolía, ansiedad o irritabilidad, etc.) que experimentan los padres cuando un hijo se marcha definitivamente de casa, siendo de todos estos, el sentimiento de soledad el más importante y la sensación más generalizada la de ruptura emocional o la pérdida de influencia . El Síndrome del Nido Vacío suele afectar más frecuentemente a las madres debido a que, tradicionalmente, a la mujer se le ha asignado el rol de cuidadora de la familia, por lo que cuando su prole se marcha, el rol personal en el que se ha volcado durante años queda sin cubrir.

Algunos progenitores se aferran a su papel de padres para sentirse útiles, se resisten a romper los vínculos de dependencia y llegan incluso a reprochar a sus hijos su desapego: “¡con todo lo que yo me he preocupado por ti!”. Esa actitud de dependencia/necesidad no sólo coarta la libertad, y por tanto, autonomía de los hijos sino que también anula el desenlace lógico que sería que el progenitor se emancipara de su hijo. Otros progenitores, por el contrario, se aferran a su rol de padres para no asumir la responsabilidad de que ellos mismos pudieran ser responsables de que sus hijos carezcan de la suficiente iniciativa, ambición  y autonomía.

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En muchas familias se da la situación de que son los hijos quienes están deseosos de independizarse, pero demoran el momento de salir de casa por no causar a sus padres una sensación de vacío. En otras son los propios padres quienes frenan la emancipación de sus hijos y, por tanto, la suya propia como reacción al miedo a enfrentarse al futuro. El problema podría radicar en que los padres temen cuestionarse si, una vez que su nido queda vacío, pueden seguir desempeñando el papel de padres como lo habían hecho hasta ese momento. La realidad es que padres e hijos lo seguirán siendo mientras vivan: se es padre porque se tiene hijos y viceversa.

El proceso de emancipación de los padres consiste en superar la sensación de pérdida que se produce cuando los hijos abandonan el nido. La emancipación de los padres no significa dejar de interesarse por lo que le ocurre a sus hijos ni romper la relación familiar, simplemente se trata de crear un nuevo modelo de relación que se resuelve implicándose ambas partes en la evolución que experimenta la relación padre-hijo, sin afectar a la realidad del vínculo existente.

La relación padre/hijo está construida, principalmente sobre dos pilares: unos fuertes vínculos emocionales y largos e intensos años de convivencia. Padres e hijos son entidades independientes y autónomas y a esa independencia y esa autonomía es hacia donde debe tender una relación paterno filial sana. Padres e hijos en un hogar emocionalmente saludable son dos figuras que caminan juntas, que comparten objetivos y una filosofía de base, pero que mantienen sus límites respectivos.

Un modelo de crianza sobre-protectora propiciaría que los hijos no se sientan capacitados para tomar decisiones, que necesiten permanentemente del apoyo al que están acostumbrados y de la protección que les hace sentir que sean sus padres quienes controlen su vida. Esos hijos están acostumbrados a que sus progenitores actúen, hablen, piensen o decidan por ellos y les cubran sus necesidades. Toda esta dependencia tiene una doble consecuencia patológica: que los hijos teman emanciparse y que los padres cada vez necesiten implicarse más en la vida de sus hijos ya que temen por ellos.

El proceso de emancipación tanto de padres como de hijos se inicia no cuando estos abandonan el nido, sino mientras se comparte el hogar. A medida que se fomenta la autonomía de los hijos los progenitores han de cultivar su propia independencia; así, cuando el hijo vea que sus padres mantienen sus propios límites y su propio destino aprenderá el valor de la autonomía. Se trata de ir preparando a los  hijos para que asuman su independencia con todas las consecuencias; para ello los padres han de ser conscientes de que las obligaciones respecto a sus hijos deberían ser cada vez menores a la vez que se preocupan de recuperar esas áreas, espacios y tiempos para sí mismos que dejaron de lado mientras los hijos fueron pequeños y su prioridad era sacarlos adelante.

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La independencia no es una circunstancia a la que se debe temer, ya que bien gestionada no significa ni abandono, ni ausencia ni desapego. Una independencia responsable creará un area entre padres e hijos donde podrán vivir su relación de una forma equilibrada, sin verse ligados por la necesidad del otro.

Emanciparse de los hijos, vivir la maternidad o paternidad desde otra perspectiva, es simplemente una etapa más en el proceso de ser madre o padre.

Paloma Hornos

Terapeuta de Gestión Emocional

www.gestionemocional.com

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